noviembre 17, 2008

Lluvia

noviembre 17, 2008
Hoy llueve en Caracas. Gota a gota que inunda, arrastra, colapsa e irrita a todo habitante. Tráfico. Charcos. Diligencias que se atrasan... ¿Qué haces? Culpar a la lluvia. ¡Claro! ¡Ella es la culpable de la mala planificación urbana! ¡Ella tiene la culpa de que ensucies las calles! ¡Ella tiene la culpa de que las alcantarillas estén repletas! ¡Ella tiene la culpa del largo estacionamiento que se forma en las avenidas! ¡Ella tiene la culpa de los conductores imprudentes! ¡Ella tiene la culpa del mal servicio del transporte público! ¡Ella tiene la culpa de que un paraguas loco te saque el ojo! ¡Ella tiene la culpa de que salgas retrasado al trabajo por estar viendo la novela!
Pero la lluvia también tiene otro efecto: purificador. Limpia, calma, alimenta. Es belleza. Los árboles se fortifican, las calles quedan limpias y cualquiera, con el sonido de la lluvia en las láminas de zinc, puede tomarse un chocolate caliente y dormir un ratico. Es la contemplación, la relajación. Mira las ondas de la lluvia en un charco. Se repite el mismo proceso y aquello, con una rapidez impresionante, es la mejor medicina para alejar los problemas. Caen miles de gotas, todas son iguales. Todas tienen la misma función. Y todas son necesarias.
Ojalá, como la lluvia, nos veamos (a todos los ciudadanos) necesarios para limpiar y arreglar este país en vez de dividir y culparnos de nuestros propios errores.

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