
Pero la lluvia también tiene otro efecto: purificador. Limpia, calma, alimenta. Es belleza. Los árboles se fortifican, las calles quedan limpias y cualquiera, con el sonido de la lluvia en las láminas de zinc, puede tomarse un chocolate caliente y dormir un ratico. Es la contemplación, la relajación. Mira las ondas de la lluvia en un charco. Se repite el mismo proceso y aquello, con una rapidez impresionante, es la mejor medicina para alejar los problemas. Caen miles de gotas, todas son iguales. Todas tienen la misma función. Y todas son necesarias.
Ojalá, como la lluvia, nos veamos (a todos los ciudadanos) necesarios para limpiar y arreglar este país en vez de dividir y culparnos de nuestros propios errores.
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