noviembre 21, 2008

Lluvia, 2

noviembre 21, 2008
El día de ayer la lluvia fue contínua en la capital. Se detuvo ya muy entrada la madrugada. Y el caos era evidente desde las primeras horas de la tarde. Acompañé a una amistad en un centro comercial para que, como exclamaban los bomberos y protección civil, resguardarnos y evitar más complicaciones en la calle. De verdad, con todo mi corazón, diré que lo que ví y escuché contrasta con lo que se vivió (y vive) en Caracas. La gente en dicho centro comercial creía que todo estaba bien, aún cuando dicho lugar estaba inundándose de agua. Lo digo en serio. Estoy con resfriado. Quizás la gente ignoraba para no dañar su psique, pero una cosa es evitar situaciones que creen conflictos de emociones y otra es ignorar agrede. Damas sifrinas exhibían sus zapatos Bs. F. 580 por los charcos de los pasillos, ejecutivos haciendo cola para los restaurants y los "pavitos" con ropas extrafalarias en los clubes nocturnos.
Mientras, en las calles, los pitos de los carros era ensordecedor. Pensé en ese momento: ella (la lluvia) no tiene la culpa, somos nosotros quienes obviamos lo evidente. Todo se resume en la naturaleza vs. la obra humana. Inundaciones y desboramientos no sólo en terrenos, cuyos ranchos de zinc y cartón son muestra de la miseria en la que vivimos. También las paredes y jardines de quintas y edificios elegantes cayeron con la fuerza de la erosión y el desgaste de la tierra. Clases económicas que no distingue la lluvia. Porque todos sufrimos por igual.
Hoy, el cielo está parcialmente nublado. Es el día después. Los daños son visibles. En otro país del mundo, hubiera declarado emergencia nacional. Aquí: "todo está chévere". Hay quienes utilizan estos momentos de dificultad para sembrar odio. A esos, la enseñanza de la lluvia: todo cae, todo pasa y todo arrastra. Cuidado con cómo y dónde construyes.
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