Hace días hablé sobre el conflicto entre Georgia y Rusia, un conflicto que tiene de por medio a una Osetia del Sur (provincia de Georgia) con ánimos de independencia. Rusia, en alas de... um.. (¿intereses expansionistas? ¿negocio de armas?) invadió un país independiente, causando daños materiales, pérdidas humanas y refugiados. Luego del escándalo mundial y ante la (evidente) violencia de sus acciones, Rusia firma un acuerdo del cese de fuego junto a Georgia. Georgia denuncia que existe una especie de complot para reducir (¡eso es obvio!) su territorio y llama a los paises europeos a mediar con un problema interno que esta nación tiene con una de sus provincias (me refiero a Osetia del Sur). Existen presiones para que Rusia se aleje de un problema que no es suyo. Georgia dejó correr la arruga, no solventó sus diferencias con Osetia del Sur y ésta se convirtió en la manzana de la discordia.
Y la manzana pasa a ser un árbol conforme va creciendo. Y con esto me refiero a lo acontecido esta semana. No conforme con lo que ha ocurrido, el (¿miserable? ¿dictador? ¿idiota?) presidente ruso proclama la independencia de una parte de territorio que ¡no pertenece a su país! (es como si Bush proclamara la independiencia de... ¡Cancún!). Osetia del Sur y otra provincia más (no me sé su nombre) andan saltando y proclamándose naciones independientes con la alianza de un país del que sólo les interesa una cosa: poder. Georgia no sabe qué (aquí puede ir cualquier adjetivo calificativo negativo de tu gusto) hacer y busca desesperadamente acuerdos con organismos internacionales y demás paises ante una (eventual) guerra. Hoy la BBCMundo reseña que Ucrania y Moldavia están a la mira de Rusia para sembrar la semilla de la cizaña e intervenirla como ha ocurrido con Georgia. Los países Occidentales se mueven con diplomáticos para afilar los lápices y advertirlos de este peligro.
A todas estas, el Mar Negro es surcado por flotas de ambos bandos (OTAN y Rusia)...
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